Dios vió que el estaba cansado
y una cura no era posible.
Así, que lo arropo con sus brazos
y murmuró a su oído “ven conmigo.”
Con nuestros corazones llorosos
lo vimos ir desapareciendo.
Y aunque lo amábamos demasiado,
fué imposible no dejarlo ir.
Un corazón de oro dejó de latir,
unas manos trabajadoras
a descansar. Dios rompió nuestros
corazones para demostrarnos que el
sólo se lleva lo mejor.
To send flowers to the family or plant a tree in memory of Arturo, please visit our floral store.